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«En el supuesto de los animales, si aparece en un individuo ya no será necesario sacrificar todo el ganado de la explotación, sino que solo se matarían los animales en los que se haya observado el prión defectuoso», explica Ramón Álvarez-Puebla, responsable de un trabajo que ha sido publicado en la prestigiosa revista científica Proceedings de la Academia Nacional de Estados Unidos (PNAS). Álvarez-Puebla, investigador Ramón y Cajal en el grupo de Química Coloidal de la Universidade de Vigo, liderado por Luis Liz Marzán y que constituye una referencia internacional en su área, ha desarrollado un sensor óptico a partir de nanopartículas de oro que detecta la presencia en sangre de proteínas infecciosas, como es el caso de los priones que desencadenan la enfermedad de las vacas locas y de su variante humana.
Supercristal
El principal obstáculo con el que los científicos se habían encontrado hasta ahora para desarrollar un método de diagnóstico de la enfermedad era la imposibilidad de distinguir entre el prión funcional que tienen todas las personas y animales y el infeccioso que causa la patología. Estas proteínas apenas emiten señales ópticas, con lo que también resultaba imposible detectarlas. Lo que se hizo para sortear el problema fue introducir nanopartículas de oro que amplifican en millones de veces la señal de la molécula defectuosa, con lo cual se pueden observar incluso en concentraciones muy bajas o en fluidos como la sangre. Estas nanopartículas se agrupan en una especie de supercristal capaz de actuar como una nanoantena que identifica la huella dactilar de una molécula. El sensor detecta la presencia de hasta diez priones por cada litro de sangre, que luego, a través de un análisis por espectrofotometría, permite desvelar si son infecciosos (aparecen con un pico) o normales (con tres picos).
«El método consiste en sumergir este supercristal con el sensor óptico en una muestra de plasma o sangre centrifugada. El sensor genera un campo eléctrico extremadamente alto en la superficie del cristal y amplía la señal que rebota en los priones. Así es fácil cuantificar su presencia», explica Ramón Álvarez, que trabaja en la unidad asociada al CSIC en la Universidade de Vigo y que ha llevado a cabo el trabajo en colaboración con grupos de las universidades de Míchigan y Rice, en Estados Unidos
Por Joseba Koldo Con
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